sábado, agosto 13, 2011

Cumpleaños Nro. 1 de Segundo

Yo soy Segundo, 

Seguramente Uds. se extrañarán de mi nombre:  Segundo.   Yo también.   Me es difícil comprenderlo y también aceptarlo.   Mis amos tuvieron un perro de mi misma raza al que adoraban.   Se llamaba Benito.   Así es, Benito de Benedicto.   Un nombre grandioso que  no solamente un prestigiado colegio de la plaza decidió honrarse con ese nombre, sino que también varios santos llegaron a serlo, creo, por llevarlo.   Mi predecesor, Benito, seguramente también debe estar gozando de la eternidad como esas santas personas.
Yo, sin embargo, caí en esta casa después de Benito.  No puedo quejarme, me adoran, la Nana es un tanto estricta y mi Papá un poco enojón, pero hay unas chiquillas que me adoran y que me hacen sentirme como si fuera lo más importante de este mundo.   Eso es gratificante.   Pero también me incomoda que me digan Segundo.   Las niñas la mayoría de las veces se confunden y me dicen Benito, pero la Nana y mi Papá casi nunca se equivocan y me llaman por mi verdadero nombre.  Pensar que nunca seré primero me atormenta, pero más aún de que tampoco seré el último, seguro!, con lo que quieren a los perros en mi casa!   Porque si tuviera la convicción de que no vienen más mascotas después de mí, me queda la satisfacción de saber que "los últimos serán los primeros".
Pero enfín, hablemos del presente.    Cuando llegué a mi nueva casa, un día estando con el portón abierto comencé a descubrir el mundo y los olores que hay en él.   Así me fui entusiasmando y oliendo cada árbol y arbusto que veía: qué cantidad de aromas!  cada uno más rico que el otro!  En todos marcaba territorio, me sentía el ser más feliz y poderoso del mundo.  Tenía en ese entonces apenas 5 meses, toda una guagua, pero igual ladraba bien fuerte.
Con los olores me fui alejando de la casa sin querer y sin que nadie se diera cuenta.   Finalmente me perdí y no supe volver.   Fue una experiencia que no se la deseo a nadie.  Pasé treinta días y treinta noches en la calle.   Me alimentaba de pasto (y eso que el pasto no es alimento de perros), o lo que fuera.   El hambre era devastador.    Varios perros mayoresme trataron de abusar.  Otros al verme tan blanco creían que era medio cuico y se burlaban y me hacían bullying.  Nadie se apiadaba de mí!   Qué mundo más cruel.  Por suerte una buena familia me encontró, ya flaco y cochino, y me llevó a su casa.  Allá me bañaron, me dieron comida (pellets de pollo! qué delicia!) y me pusieron un colchón para dormir suave y calentito.   Al día siguiente me llevaron al doctor, me miraban, tocaban, hablaban entre ellos.   Yo no entendía nada!  Pero suponía que era algo para mi bien.  Sentía que había amor en sus gestos.   Finalmente el doctor encontró un "chip" en mi piel (yo pensaba que era como una especie de galleta), que tenía información del criadero donde nací.   Al llamarlos, les dijeron quiénes me habían adoptado.  Y así volví nuevamente al barrio donde estoy cada día más contento y gozando cuando pasan frente a mi casa un montón de perros, perras y perritas lindas.  Hasta veo gatos y ratones.   A todos les ladro, pero en buena onda.   A los únicos que no acepto son a los ladrones, que en todo caso no se acercan a mi casa, parece que porque los atemorizo.
Esa es la historia de mi vida.  Soy chico pero he vivido de todo.  Puedo decir que soy un perro fino que ha "patiperreado".  La escuela de la calle no es mala, aunque no la aconsejo que la vivan mis congéneres de raza por más de 30 días.