miércoles, agosto 08, 2007

RAUL BAZAN DAVILA (1913-2007)



Fueron 94 años de una larga y productiva vida. Hombre de mucho esfuerzo, disciplina y tenacidad, dejó una familia de seis hijos, veinte nietos y veintidos bisnietos.
Gracias por lo que nos entregaste, por el ejemplo que nos diste y por lo mucho más que quisiste darnos. Te recordaremos siempre con mucho orgullo y ternura.
A continuación transcribo la carta que mi hermano Raúl leyó en la Iglesia para despedirlo:
Querido Papá

Anoche no pude dormir después de tu triste partida. Me quedó dando vuelta en la cabeza toda una larga vida junto a tu lado. En alguna ocasión leí, que aún cuando uno sabe que la muerte llegará algún día, la larga convivencia con un ser querido hace pensar que tal vez ese día nunca vendrá. Y así fue durante mucho tiempo, hasta que llegó.

Pensaba que esta larga vida fue muy buena pues nos dio la oportunidad de conocerte en algunas facetas que cuando jóvenes no tuvimos oportunidad de apreciar. La verdad Papá es que recuerdo que, en la época de mi juventud, tú eras muy severo y te costaba demostrar tus sentimientos pareciendo frío y distante. Sin embargo no se me olvida una carta, que me escribiste cuando me mandaste en un tour a Europa, en la cual me manifestabas todo lo que me querías y expresabas todos tus sentimientos, la que me emocionó mucho y lloré largas horas. Comentando esto con mis hermanos supe que también ellos fueron beneficiados con cartas semejantes.

Quiero decirte que a pesar de esa aparente frialdad también te admirábamos por tu inteligencia, por tu dedicación con pasión al trabajo, habiendo defendido a nuestro país en innumerables foros internacionales. Fuiste un hombre muy destacado, lo que llenaba de orgullo a nuestra familia. También tenías innumerables inquietudes intelectuales y artísticas, temas que tratabas de inculcarnos. Ahí están de muestra tu primera casa, que tu mismo diseñaste a pesar de no ser la arquitectura tu profesión, en la calle Montolín (nunca aceptaste el cambio de nombre), y en la cual viviste hasta el día de hoy. También recuerdo cuando diseñaste tu escritorio en Brasil. Particularmente me gustaban los libreros que tenían una coronación de una armonía que no he visto en ningún mueble que haya sido diseñado por un mueblista de profesión.

Otro aspecto que me impresionaba era tu fortaleza y confianza en ti mismo. No tengo recuerdo de haberte visto titubear frente a un problema, jamás te vi deprimido. Pero, sí hasta el último minuto, cuando te preguntábamos como estás, respondías con esa frase que llegó a ser típica tuya “hasta aquí vamos bien”.

Bueno, pasaron los años y el tiempo te fue cambiando y empezó a mostrarnos otro aspecto de tu personalidad que tenías guardado, y por eso agradezco a Dios habernos dado el tiempo y la oportunidad de convivir una grata amistad. Te pusiste cariñoso y divertido. A veces te dejabas caer por la casa a disfrutar una copa de helado al atardecer, y alababas lo lindo que tenía el jardín y la vista hacia el cerro San Cristóbal, sin ver ninguna casa, lo que te daba la sensación de estar en el campo. Empezaste a recordar tu pasado y me decías que tu padre tenía el pelo cano igual que el mío. Me contabas que de chico ibas de vacaciones a Cartagena donde tenías un caballo el que te gustaba cabalgar. Y así fui conociendo parte de tu vida de juventud. Después empezó lentamente el Alzeimer y la vida nos dio la oportunidad de, en alguna medida, devolverte la mano por todo lo que hiciste por tu familia.

Querido Papá descansa en paz, todos estamos bien, tranquilos, y no te preocupes que cuidaremos a la Mamá.

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