Invitado por mi sobrino Jorge Alcalde, el fin de semana del 11 de enero del 2008, hice cumbre en el cerro "El Plomo", de más de 5.400 mts. de altura. Una hazaña que ni yo me la creí. Las fotos las pueden ver haciendo click aquí.
El Plomo tiene 5.442 mts. de altura. Es el más alto que se ve desde la ciudad de Santiago
Llegar a la cumbre requiere esfuerzo, tenacidad y actitud mental
El GPS confirma la altitud de este cerro que supera en altura a cualquier cerro de Europa
El jueves 20 de enero del 2008 inicié el ascenso al Plomo. El grupo se juntó en la YPF a las 7.30 pm. Yo venía ya preparandome con dos días de anticipación. Desde el martes por la tarde que comencé a tomar azetasolamida, un diurético que me permitiría adaptarme mejor a la altura. También me compré una carpa para dos personas (la más pequeña que encontré en Doite), que según me dijeron tenía algunas condiciones para resistir algunas inclemencias del tiempo en la montaña. Además compré un saco de dormir apto para temperaturas de -10° C. Fue una buena decisión, como comprobaría dos días más tarde una vez en las alturas.
El viaje consistió en el siguiente itinerario:
Jueves alojar en Tres Puntas, al final de Valle Nevado, a una altura de unos 3.525 mts. A este lugar llegamos alrededor de las 9.30 pm. Ya comenzaba a oscurecer, por lo que armamos las carpas inmediatamente y a acostarse. En la cordillera, apenas se esconde el sol, la temperatura baja rápidamente. Esa noche hizo mucho frío. Yo tuve la mala ocurrencia de dormir sin calcetines y la verdad es que se me helaron los pies. El resto del cuerpo no se enfrió, el saco funcionó.
Viernes. A las 8 am comenzamos a despertarnos. El sol ya estaba comenzando a calentar, pero igual hacía frío. Yo me tomé un jugo y un huevo duro, junto con el diurético infaltable que tenía que ingerir dos veces al día. RAO (Rodrigo) Albarrán, el jefe del grupo, dirigía y se preocupaba de todo el mundo. Con mucha cancha y simpatía, todos le tenían mucho respeto porque además tenía gran experiencia en este ascenso.
Parte del campamento y el Coke desayunando para comenzar la primera caminata
Llegó el arriero y sus mulas
Los arrieros con las mulas comenzaron a llegar como a las 10 am. Les dejamos las cargas ordenadas y comenzamos la caminata de unos 8 kms. hasta el campamento base a 4.200 mts. de altura. Yo dejé para que se llevaran las mulas una mochila con parte de la ropa y comida, además del saco de dormir y de la carpa. Para el camino llevé una mochila más pequeña con dos botellas de líquido, chocolates, MyM y pasas con maní. También llevaba la cámara fotográfica, un polar y una parca, lo que no fue necesario usar.
El camino era muy impresionante, con las montañas secas y que se nos venían encima, por momentos se hacía soportable, pero la mayoría del tiempo era duro, difícil y cansador. Ello si tenemos en cuenta que la partida se hizo cuando estábamos a 3.200 metros, que bajamos a a un valle a casi 2.600 mts. para luego volver a subir hasta llegar al siguiente campamento, el Refugio Federación, a 4.130 mts.
Ricardo Sateler, precedido por su hijo Ricardo Jr. iniciando el camino al campamento superior.
Se veían valles regados por aguas subterráneas que a ratos afloraban a la superficie.
El Plomo a nuestras espaldas se muestra desafiante, casi arrogante como gritándome que no sería capaz de conquistarlo
Coke junto a otros integrantes del aventurero grupo
No se podía hablar para no perder energías. Cada paso ya a esas alturas, era como levantar toneladas de peso.
Ya se ha ascendido más de la mitad para llegar al próximo campamento: "Hasta aquí vamos bien" me decía.
Finalmente llegamos al lugar donde acamparíamos. Estábamos a 4.200 mts. de altura, cada movimiento pesaba, el oxígeno faltaba, pero todavía no teníamos ninguna víctima del apunamiento. Eran como las 5 pm. Debíamos levantar las carpas y comer para acostarnos temprano. Al día siguiente la despertada sería a las 3 am.
Las mulas nos dejaron las carpas y resto de la carga. Al fondo un penitente parecía decirnos que no nos confiáramos de lo que veíamos.
El Plomo nos espera al día siguiente. Desde el campamento se puede ver la huella que debíamos seguir.
Ricardo Sateler y su hijo me convidaron a comer, eran las 5.30 pm, todavía había sol donde estaba instalada su carpa, pero la sombra se acercaba rápidamente. Tan pronto se fuera el sol, comenzaría a bajar la temperatura bruscamente, por lo que era preciso terminar cuanto antes para acostarse, descansar y pensar en la aventura del día siguiente. Pero unos buenos tallarines calientes no le venían mal a nadie, especialmente después de la agotadora caminata realizada. Fueron 8,3 kms. que caminamos, y más de mil metros que subimos.
Debo destacar que hoy en día los elementos para hacer camping y este tipo de excursiones se han sofisticado mucho en relación a mis tiempos de scout o cuando subía a la cordillera con mis amigos, hará 30 años o más. La ropa está más adecuada y cómoda, los sacos de dormir más aislantes y abrigadores, las carpas más protectoras. Y las cocinillas más eficientes y transportables. También la comida. Los tallarines que comimos venían en un container del porte de un vaso que bastaba con echarles agua caliente y quedaban listos para ser desgustados. Eso sin restarle méritos a las habilidades culinarias del profesor Sateler.
Sábado: Son las 3 am. Me despierto después de haber dormido profundamente por casi 9 hrs. Sorprendido noto que estoy con muchas fuerzas y sin ningún sintoma de apunamiento. Lamentablemente, me digo como para darme ánimo, en estas condiciones no puedo desperdiciar la oportunidad de intentar llegar a la cumbre. Está oscuro, enciendo mi linterna que me la adhiero a la cabeza, y en el interior de la carpa me comienzo a vestir- Me pongo calzoncillos largos, calcetines de lana largos, jeans, camiseta, polera y polar. Encima de eso me colocaría una parca y en caso necesario un pantalón de esquí. Luego preparé la mochila que llevaría para arriba. Dos botellas con líquido de un litro cada una. Mucho chocolate, pasas y mani. Un sandwich, huevo duro. Había que llevar muchos alimentos que nos dieran suficiente energía durante el camino.
Una vez fuera de la carpa, me voy a presentar donde RAO, el jefe de la expedición, quien al verme, extrañado me mira y pregunta si pretendo ir con jeans para arriba. Contesto que sí, pero que también tenía un pantalón de esquí. "En ese caso póntelo, pues en caso contrario el viento te va a hacer recagar de frío". Obediente, no sin dificultad me pongo esta última prenda. En eso aparece Ricardo y su hijo, el Coke y alguien más, que están listos para partir y deseosos de emprender la marcha. Yo no estoy seguro de seguirlos a ellos. Esperemos al resto del grupo, me decía para adentro. Pero no, vamos! Y partimos!
La noche estaba oscura y fría. Pero el cielo estrellado y con ese aire fresco que golpeaba la cara, daba la sensación de no saber dónde se estaba parado, de estar mirando hacia un vacío profundo, negro pero a la vez acompañado por miles de cuerpos celestiales. Nuestras linternas solamente iluminaban los pasos que dábamos, tal vez un radio de dos metros, lo que me alegraba pues si hubiera podido visualizar todo el camino que deberíamos hacer, probablemente tendría muchas tentaciones para resistir esta aventura.
La marcha era lenta, subíamos y subíamos en una fila que comenzaba a estirarse atrás de uno. El resto de la expedición se iba incorporando lentamente, bien atrás, y cada vez más y más deportistas se unían a esta larga fila ascendente. Sus linternas los hacían verse como estrellas que estaban debajo de uno. Por todos lados estrellas! Arriba de uno, abajo de uno! Qué locura lo que estaba viviendo! Y seguía caminando lentamente, paso a paso. Felipe Montero hace muchos años, siempre me decía que en la montaña había que subir con mucha calma, no hablar para no perder energías, y asegurando cada paso antes de dar el otro.
Yo iba en el grupo de la delantera, pero los sentía que iban a un ritmo que no era el mío. Por eso preferí esperar el que venía un poco detrás. Eran el de Magdalena Montero (la hija de Felipe y sobrina mía pues ella tiene un Ried de apellido por parte de su madre). Ella venía con un grupo de amigas que eran todas excelentes deportistas: Había maratonistas, escaladoras (Magdalena y Cecilia venían de haber subido hasta uno de los campamentos del Everest). Y el grupo venía relajado. Yo concentrado en cada paso que daba y sin hablar. Ellas conversando, relajadas, como si estuvieran esperando un bus del transantiago. Continué por un rato con este grupo. Mientras seguíamos subiendo, todavía a oscuras y sin poder divisar lo que teníamos por delante, por atrás podíamos ver a lo lejos las luces de Santiago. Tan lejos que parecía pero ahí estaba esa ciudad que cobija a millones de seres estresados y que en su mayoría desconocen las maravillas de la naturaleza que tienen en un abrir y cerrar de ojos.
El ascenso seguía. Ya comenzaba a insinuarse el perfil de la montaña. Se empezaba a iluminar el universo. El grupo de mujeres me dejó. O yo las dejé. Continué a mi ritmo y en un momento me reencontré con el Coke, quien también prefirió un ritmo más calmado. Comenzábamos el ascenso por el "acarreo", un sendero bien inclinado de pura piedrecilla suelta que es interminable y que da la sensación de que no se avanza nada, pues cada vez que se pisa, el peso sobre estas piedras sueltas lo hacen a uno retroceder algo. Es como caminar en la arena, como subir una duna! "Si pasas el acarreo - me dijo Andrés Honorato en Santiago - seguro que llegas a la cumbre". Es un recorrido de unos 500 metros que a cada centímetro que se avanza, pareciera que alguien te está metiendo en la cabeza que no serás capaz de hacerlo, que no vale la pena continuar, que no tiene sentido hacer tan descomunal esfuerzo. Pero no. No me convencen todavía. Es cierto que estoy cansadísimo, pero noto que aún tengo energías, que las piernas me dan y el corazón está bien. Continúo entonces. Lento, descansando, dejando que otros me pasen. No hay apuros. El Coke está igual que yo. Tal vez comienza a flaquear un poco. Con frecuencia me pide que paremos a descansar. Lo acompaño, pero noto que las paradas no me hacen bien, pues pierdo el ritmo que tenía. En un momento le digo que yo seguiré y que lo espero más arriba. Comienzo mi caminata solo. Sigo subiendo y de pronto me encuentro con Paula, una de las maratonistas que está media apunada. Tiene dolor de cabeza. Le ofrezco una aspirina, ha tenido mareos y malestar estomacal. La acompaño por unos minutos hasta que decide continuar. Seguimos subiendo pero pronto se dará cuenta que no puede continuar. Decide bajar al campamento. Es lo mejor. No puede seguir subiendo y tampoco es conveniente que se quede en el camino. Hace frío, hay mucho viento.
Continúo entonces mi marcha solitaria. Miro para atrás. Es mucho lo que he subido. Miro para adelante: Es mucho lo que falta! Qué manera de cundir poco el esfuerzo, pienso para adentro! Pero puedo continuar. Pienso en el Chuma, que siendo mejor deportista que yo, en sus dos intentos se apunó. Pienso en Eduardo Novoa, quien me contó la Kathy Barclay que ha intentado tres veces llegar a la cima, pero también se apunó en el intento. Tipos fisicamente mejor dotados que yo. La maratonista, más joven y mejor entrenada. Tantos que a estas alturas donde estoy yo ya han tenido problemas para continuar! Qué será? Por qué Dios me habrá escogido para esta aventura? Y me siento bien, por lo que continúo. Ya el final del "acarreo" se visualiza.
Hay una roca como a unos 30 mts. que indica el final de este pesado camino. De ahí, hay que cruzar un glaciar, que es más o menos plano y fácil, luego una subida pesada pero corta y ya estamos en un terreno plano (relativamente) que nos llevará sin dificultades a la cumbre. Estoy a no más de unos cincuenta metros de la cumbre (en altura, no en distancia). Ya casi lo logro. Sigo subiendo y antes de llegar al final del acarreo, me pongo a descansar y a esperar al Coke. En la espera llega Ignacio, un argentino que ya ha subido anteriormente este cerro, por lo que me cuenta cómo es el camino que queda por delante. El viene muy equipado. Tiene GPS, tiene grampones, que son convenientes para cruzar el glaciar. Tiene calma para dosificar sus energías. Nos quedamos conversando hasta que llega el Coke. Comemos chocolate y consumo los últimos sorbos de líquido. Una vez que Coke se siente descansado, proseguimos. Ya estamos casi al final del acarreo. Un esfuerzo adicional y listo.
Y lo logramos! Terminamos el acarreo, ya todo parece que va a ser más fácil. Por lo menos es la esperanza que tenemos. En esta parte debemos hacer un pequeño rodeo de un lomaje por la derecha, para llegar al comienzo del glaciar. Rao nos dijo que lo podíamos cruzar sin grampones. Es más, que debíamos hacerlo si es que nunca habíamos usado ese tipo de suelas. Y eso porque si llegabamos a caernos con grampones, lo más probable es que termináramos con alguna fractura en los huesos. Ignacio en todo caso se puso los grampones. Precavido el tipo!
El glaciar tiene como docientos metros de largo. Es de superficie porosa e irregular. Hay ya una huella formada por todos los que han pasado antes que nosotros. Ya a estas alturas debemos ser los últimos del grupo. Varios ya han hecho cumbre. A nosotros nos falta poco. Comenzamos cuidadosamente a cruzar este tramo congelado. Con mucho cuidado, mirando bien cómo pisamos. Afirmandonos en los bastones. Un paso mal dado puede costarnos caro. Vamos avanzando. Van veinte metros, treinta, cincuenta. No hay prisa. Hay que asegurar el paso. Y así lo vamos cruzando. Y ya casi estamos al otro lado.
Qué alegría cuando lo atravesamos. Ya solo queda una pequeña dificultad y pasamos a la historia como alguien que llegó a la cumbre del plomo. Como para ponerlo en su CV!
La última subida es seria. Ya con todo el casancio acumulado, continuar subiendo requiere tener mucha esperanza y curiosidad de querer ver el mundo desde la cima del Plomo. Cuando iniciamos esta última etapa, nos cruzamos con Ricardo Sateler y Ricardo Jr. que vienen bajando. Hacía rato que habían llegado a la cumbre del Plomo y ahora estaban de regreso. Qué envidia! Pero también fue un campanazo de esperanza. Estamos cerca! El esfuerzo hecho hasta ahora debe ser un incentivo para continuar subiendo. Es lo menos que falta. Y lo logramos. Una vez pasado este último obstáculo, quedan unos 50 mts. de caminata más o menos plana hasta la cumbre.
Llegar a la cumbre a estas alturas es posible. Igual de cansados estamos pero allá podremos descansar un poco.
El mundo ya es distinto para mí. Las montañas son parte de mi ser. Las veo distintas, aprendí a quererlas!
El descenso: Luego de una media de descanso, de comer algo y hasta dormitar un poco, iniciamos el descenso. Eran las 13 hrs. Llegar a la cumbre nos significó 8 hrs. de gran esfuerzo. Cuánto demoraríamos en bajar?
A pesar de que es más fácil el regreso, no significa que sea fácil. Las bajadas implican un ejercicio de piernas muy demandantes. Las rodillas se resienten, lo mismo que los talones. Hay que poner mucha atención en el camino. Y lo que nos parecía interminable con la subida, ahora la bajada nos parece inexplicable: cómo pudimos subir todo esto que estamos bajando? Fue lento y tuve especial cuidado en no apurarme, pues la rodilla derecha comenzaba a dolerme un poco. Algo inflamado debía tener. Y todavía quedaba todo el día siguiente de caminata.
Llegamos al campamento como a las 5 pm. Cuatro horas tardó el descenso al campamento base. Entre alegres, pero cansados, no pudimos celebrar como quisieramos. Esa día comimos y nos fuimos a acostar rápidamente.
Domingo: Iniciamos el descenso a eso de las 10 am. Igual fue largo, 8 kms. que eran no solo de bajada sino que de subida. Era algo que no terminaba nunca. Pero igual fue un lindo paseo, ya comenzabamos a disfrutar más de la flora y fauna que se veía con más frecuencia.
En el camino nos sacamos varias fotos de grupo y llegamos a los autos tipo 2 pm. Pero las mulas todavía no llegaban, por lo que tuvimos que esperar como 1 hora más. Ya lo único que queríamos era estar en nuestras casas, ducharnos y descansar un poco. Eso lo conseguiríamos en una hora más. A las 4.30 pm registré la llegada a mi casa. Todo muy positivo, pero todavía sin creer o tomar conciencia de lo que había sido capaz de hacer ese fin de semana.
He llegado a la montaña más alta de Europa, por decirlo de alguna manera, pues el Mont Blanc, que es el más alto de aquel continente, es aproximadamente 600 mts. más bajo que el Plomo. Por lo tanto paso de la categoría de "alpinista" a "ANDINISTA".
DATOS ADICIONALES:
waypoint altura km tramo Kms Acum.
tres puntas 3525 0 0
Rio Lechoso 3413 1,1 1,1
Asiento 3513 1,1 2,2
Piedra Numerada 3392 1,7 3,9
Cascada 3588 1,5 5,4
Laguna 4012 2,2 7,6
Ref. Federación 4130 0,7 8,3
La Olla 4283 0,55 8,85
Ref. Agostini 4626 1,3 10,15
Pirca del Indio 5184 1,3 11,45
Cumbre el Plomo 5446 1,1 12,55