miércoles, enero 16, 2008

Viaje a las Torres del Paine (5)

  LUNES 31 DE DICIEMBRE DE 2007
Es el último día del año, y decidimos acortar la estadía en las Torres y partir a la Estancia de San Gregorio, en las afueras de Punta Arenas, donde viven los Campos/Ojeda.

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Luego de una parada en Puerto Natales a hacer algunas compras de supermercado, mal que mal, éramos 22 personas que íbamos de sopetón a abusar de la generosidad de esta familia, iniciamos el viaje a San Gregorio.    Llegamos como a las 9 pm a la estancia magallánica, majestuosa e imponente en el medio de la nada!
Nos esperaban Alfonso e Isabel, quienes nos salieron a recibir.   Cristinita y Alejandro estaban en Punta Arenas, donde pasarían el año nuevo y Gabriel se encontraba en una clínica de tenis pasando una temporada.
Fue muy simpática la llegada a esta casa tan peculiar, llena de historia y de cuentos y transformada en el estilo de su principal habitante, Alfonso Campos, alias Campitos.  
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Una vez que nos instalamos, Alfonso nos llevó a buscar un par de corderos que estaban siendo lacerados en casa de uno de los trabajadores de la estancia, conduciéndonos por unos caminos interiores que nos dieron alguna idea de las dimensiones del campo y de la forma en que se maneja el negocio de las ovejas.  Vimos muchas liebres, huanacos y Ñandues.    Muy pintoresco.   Eran como las 10.30 pm y todavía había plena luz.

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Cuando llegamos con nuestra carga preciosa de vuelta a la casa, todos nos esperaban ansiosos porque era necesario comenzar a asar los animales, que normalmente deben tardar unas tres horas.  Tuvimos que improvisar una parrilla, poniendo unas tablas de zinc que servirían para poner la carne.   Alguien le preguntó a Alfonso si el zinc era dañino, a lo que respondió de inmediato, "en exceso hace mal".  En todo caso, los corderos los comenzaríamos a comerlos el año siguiente, vale decir el 2008.   Y así pasamos del 2007 al 2008 alrededor de una fogata magallánica, conversando y poniéndonos al día con las entretenidas e interesantes anécdotas de nuestros anfitriones.
Al día siguiente recorrimos la estancia luego de ir a buscar a Cristina y Alejandro a Punta Arenas.  Estos también fueron excelentes guías y nos atendieron a todos preparando unos caballos y contando cosas del campo.  Recorrimos unos pozos de exploración de petróleo que ENAP está haciendo en sus terrenos, un galpón de esquila, unos barcos que están varados desde comienzo del siglo pasado frente a la costa que da a San Gregorio y la capilla de la estancia.  Esta tiene unos vitrales muy bonitos y unas imagenes sagradas muy artísticas y que invitan a la reflexión.
Y así se nos pasó el día.  Nos acostamos temprano, ya muy cansados.  Además debíamos partir de madrugada al aeropuerto al día siguiente por lo que la posición horizontal nos invitaba a todos.
El grupo, siempre muy obediente y organizado, a las 5 am del día 2 ya estaba de pie y listo para cargar los autos.  Chuma se fue con el primer grupo, junto con Tito.   Yo y Cristóbal Merino ayudamos a Alfonso hacer partir su auto y una vez hecho eso, lo dejamos.  Pero como en la mitad del camino, me acordé que a pesar de haber revisado todas las habitaciones asegurandome de que no se quedara nada, faltó revisar la mía propia, donde estaba mi maletín con los pasajes, las llaves de la casa y del auto, etc.   Tomé la decisión de volver a buscarlo, a pesar de que estaba muy justo de tiempo para tomar el avión.   El camino es muy seguro y solitario, por lo que se podía correr.   Cristián, mi copiloto comenzó a llamar  a Alfonso, pero la mayor parte del camino no había señal.   Hasta que en un punto logró la conexión y le pidió que nos adelantara en el camino el maletín, para ganar algunos minutos.   Alfonso partió de inmediato y como 15 minutos después, nos cruzamos en la carretera.  Haciendo señales de luces nos reconocimos, paramos, yo dí vuelta en U y Alfonso nos entregó el maletín.  Parecía película de espionaje.   Luego partimos raudos al aeropuerto de Punta Arenas, calculando que teníamos como 40 minutos para llegar y el avión partía en 55.  Muy justos de tiempo la tensión y el suspenso se mantenían.   Por celular, al llegar al aeropuerto, le pedimos a la Vero, que se había ido en otro auto, que nos adelantara la gestión de los pasajes y nuevamente la coordinación funcionó de maravillas.   Al llegar al terminal, todo parecía muy coordinado.  Chuma se ofreció para ir a dejar el auto, los jóvenes se ofrecieron para descargar la camioneta y yo corría a asistir a la Vero.  Tan pronto chequeamos las maletas,  nos subimos de inmediato al avión.  
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Ya en el avión y relajadas, Ceci y Ali intecambian modelos de frenillos
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María Gracia que echaba de menos a su abuelo, se encariñó conmigo
Fue el final del viaje, que como todos los días anteriores, constituyó una aventura muy entretenida, sana, que sirvió para consolidar una vieja amistad entre los mayores y los menores formar raíces y buenos recuerdos.

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