Es domingo 20 de julio. Tenemos Misa en el Vaticano a las 7.40 am. Por lo tanto la levantada debe ser temprano. Nos juntamos en la entrada de nuestro alojamiento y de ahí el grupo se va caminando a San Pedro. No son más de 20 minutos de una agradable caminata a esa hora de la mañana. La Misa la celebrará el sacerdote Cristián Borgoño Barros, primo o pariente del Chuma. Se consiguió una de las capillitas que se ubica debajo del altar central, justo al lado de donde está enterrado San Pedro.
Muy elegantes para la Misa en San Pedro
San Pedro el Domingo temprano, todavía no hay mucho público
El Evangelio fue sobre la parábola del hombre que siembra una semilla y que en el medio de la noche un enemigo planta cizaña en medio de su cultivo. El padre sobre este evangelio y por el hecho de estar en Roma tres familias numerosas, hizo una prédica bien asertiva, destacando, además del rol que tienen los cristianos de ser levadura y resistir la cizaña, que venir a Roma es venir a revisar la historia y actualizarse, comprobando en persona los pasos que dieron los primeros cristianos que ofrecieron su vida por defender a Jesucristo. Recordó que cuando uno se cambia de casa, muchas veces se encuentra con recuerdos que había dejado olvidados y que al encontrarlos comienza a revisarlos, incluso para ver antecedentes de sus antepasados. La venida a Roma debe servir para este propósito, reencontrarse con el pasado y los origenes del cristianismo.
El Padre Cristián predicando en una de las capillas debajo del Altar de San Pedro
Luego de la Misa, fuimos a ver la tumba de Juan Pablo II y la estatua de San José María Escrivá. En ese recorrido, nos perdimos de la Vero y la Fran. Yo me quedé buscandolas y les dije al resto del grupo que nos encontrábamos en el hotel, donde tomaríamos desayuno. Estuve recorriendo varios pasillos de San Pedro, Iglesia imponente y enorme, con mucha gente, pues a pesar de ser temprano, era día domingo y ya comenzaban a llegar los fieles a esa hora. No tenía muchas esperanzas de encontrar a las perdidas, pero, de repente aparecieron y partimos caminando al hotel a tomar desayuno. Ahí llegamos antes que el resto del grupo, pues pensó que nos encontraría y lamentablemente no fue así. El encuentro fue en el comedor del lugar donde alojabamos.
Un desayuno no le viene mal a nadie
Después del desayuno, partimos a recorrer Roma. La idea era ir a la Iglesia Santa María de la Mayor, para luego caminar por las calles de Roma, perderse en ellas, como alguien definió la mejor manera de conocer la ciudad.
Diversas escenas frente y detrás de la la Iglesia Santa María de la Maggiora
Perdiendonos por las calles de Roma
San Pietro i Vincoli y la columna de San Pedro en el foro romano
Luego seguimos nuesttra larga caminata hacia la Piazza Navona, el Panteon, para culminar camino a las Catacumbas. Esto último fue logrado luego de hacer varios intentos y consultar en distintas partes cómo se llegaba a las catacumbas. Nadie supo darnos buenos datos. Increíble que esto ocurra en Roma. Llegamos a las Catacumbas de Santa Irene casi por casualidad, pues estando en el paradero esperando que llegara el bus que nos llevaría, una buena persona que también esperaba el bus nos aconsejó ir a unas que quedaban más cerca y que también eran una de las más importantes de la ciudad. Por suerte seguimos sus consejos.
La piazza Navona y el Panteon son muestras de las grandes obras arquitectónicas que ofrece Roma al mundo
También cuando estabamos dirigiendonos a las catacumbas en el metro, nos metimos a una estación en la que apenas pudimos ingresar al andén, pues estaba colapsada de tanta gente. Era día domingo y por eso seguramente había menos frecuencia de trenes. Pero igual en una ciudad como Roma, con tanto turismo, debiera ser importante mantener un nivel de frecuencias que permitiera el tránsito fluído por la ciudad. Tanto es así, que nosotros siendo un grupo de 21 personas más dos guaguas, cuando llegó el carro de metro, cuatro personas no pudieron ingresar a los coches, quedando el grupo separado y sin sabe el resto donde bajarse. Como las frecuencias eran bajas, significaba casi perder la oportunidad de ir a las catacumbas, pues además los horarios no están hechos para el turismo.
Finalmente pudimos reencontrarnos todo el grupo y nos salimos del metro para tomar un autobus. Las catacumbas son una historia espectacular. Los primeros cristianos lo deben haber pasado muy mal en Roma, pero gracias a su fe, su tenacidad y su compromiso, no solo pudieron ganarse la adhesión de las personas, sino que también lograr consolidar a la Iglesia Católica que se esparció por el resto del mundo.
Frente al Hipódromo Romano
En las Catacumbas de Santa Inés (replicando cómo se enterraban a a los muertos)
La Iglesia de Santa Inés,escenas de su muerte (mosaico)
Conociendo detalles de la vida de Santa Inés contados por Tita y e historias de la familia contados por la Sofía
Después de las catacumbas, volvimos a tomar el bus para dirigirnos a la Fontana di Trevi. El recorrido esta vez fue más rápido pues ya sabíamos el camino. Nos bajamos del bus y comenzamos nuevamente nuestras caminatas largas e interminables por las calles de Roma. Pasamos por el Palacio del Quirinal, donde habia una ceremonia de cambio de guardia, luego desembocamos en la Fontana di Trevi.
Cambio de guardia frente al Palacio del Quirinal. A la derecha, Alberto queriendo arrancarse en una motorina.
La Fontana de Trevi, siempre refrescante
Una buena lavada de pelos no le viene mal a nadie!
Diversos modelos que se ven solo en Italia
Nuestra caminata continuó hacia la Piazza del Popolo, donde debíamos encontrarnos con el Padre Cristián, a quien convidamos a comer. El trayecto comprendió pasar por la Plaza España, siempre con tan buen ambiente para finalmente desmbocar en nuestro destino final.
La Plaza España en Roma está siempre acogiendo a los turistas
Finalmente llegamos a la Plaza del Popolo, que también tiene mucha vida. Aquí algunas fotos del día. Finalmente nos fuimos a comer a un restaurante al otro lado del rio, llamado Pasta Rito. El lugar es bien simpático y se come bien, aunque debo confesar que la panacota que comí allí no es mejor que la del Tiramisú.
La Plaza del Popolo y la Carmen tomando un merecido descanso, no necesariamente en una merecida silla
En la plaza del Popolo nos encontramos con la Paulita, Ignacio y la Jacinta, quienes llegaron ese día de New Bern. También llegaron de Chile la Sofita, Cristóbal y María Gracia. El grupo completo se reunía en la Plaza para así iniciar nuestra aventura marítima al día siguiente.