Llegamos a Nápoles el jueves 31 de julio a las 7 am. El grupo se juntó a desayunar el el Oasis, el comedor del barco, para desembarcar a las 8 am. No teníamos ningún plan. Pero sabíamos donde queríamos ir. A la costa amalfitana. Pero en tierra deberíamos buscar el medio en que nos transportaríamos hacia allá. Podría ser en lancha, o por medio terrestre. Pero jamás nos imaginamos que nos iba ocurrir lo que nos ocurrió.
Desembarcando en Nápoles
Caminando a la búsqueda de transporte
Una vez desembarcados, el Chuma comenzó a preguntar por la forma de llegar hasta positano o Sorrento. Le preguntó a unos taxistas que estaban al acecho de los pasajeros a la salida del puerto. La pregunta bastó para que comenzaran a llegar una serie de choferes voluntarios que se ofrecían a transportarnos en sus taxis hasta Positano. Pero cobraban caro. Tanto como una lancha con la diferencia de que en la lancha ibamos todos juntos. El grupo (los 21), continuamos caminando hacia la salida del puerto y dónde habían terminales de lanchas y de buses, con la idea de consultar por arriendo de vanes, pero seguíamos rodeados de estos molestosos, pero simpáticos a la vez, especies de paparazzis de taxis que lo único que querían es que los eligieramos a ellos. Pero igual no nos daban confianza, aparte del inconveniente de viajar en forma separada.
Fue tanta la insistencia del Chuma de decirles en forma elegante que se fueran a cierta parte, que al final cedieron, pero no sin antes indicarnos el que hacía de líder, que su nombre era Antonio, por si lo fueramos a necesitar, preguntandole al mismo tiempo el nombre al Chuma. Alberto, le dijo. "Carleto!, Molto bene Carleto", le respondieron al Chuma, quedando para los italianos bautizado con un nuevo nombre.
Carleto lidiando con los "moscardones"
Nuestra búsqueda de alternativa prosiguió. Sentíamos la presión de que debíamos encontrar algo. Las lanchas habrían resultado pero justo se estaba yendo la que nos servía y la siguiente partía demasiado tarde. Tampoco nos daba confianza la vuelta, pues era muy ajustado con la partida del barco y no queríamos correr el riesgo. Comenzamos a pensar en arrendar una van, pero antes preguntamos a una persona que estaba aparentemente esperando a alguien en un auto de más calidad. Es posible conseguir algún minibus que nos lleve a Positano, le preguntamos? El hombre, muy afable y ejecutivo comenzó a hacer una llamadas y mientras hacía la averiguación, partimos con Chuma, Cristóbal e Ignacio a ver si había algún rent a car por las cercanías. Nos dijeron que a unas pocas cuadras habían varias, pero no las encontrabamos, por más que caminaramos. Por lo tanto decidimos regresar y ya casi no teníamos más alternativas que "Antonio", el amigo de Carleto. Pero cuando ibamos llegando, Cristián se me acerca corriendo para decirme que el hombre que dejamos averiguando por un minibus nos estaba buscando y que había conseguido algo. Perfecto, fue una suerte, lo ubicamos, nos dijo que tenía el vehículo para nosotros, nos dio el precio, que nos convenía, y cerramos el negocio. Y luego de esperar algunos largos minutos, llegó la van para 21 personas, en la que cabíamos justo. Gigi, el chofer, nos llevaría a Positano.
Se armó la chacota en el bus
La vista de la costa sorrentina es espectacular
El grupo en el mirador de la costa sorrentina (faltó el Rolls Royce Amarillo)
Una vez que dejamos Sorrento, nos adentramos tierra adentro para acortar camino y llegar a la costa Amalfitana, donde se encuentra Positano. Aquí descubriríamos que en cuanto a belleza, todavía no habíamos conocido nada.
Bajando la cuesta de Positano
Las primeras vistas de Positano y perdienonos en sus calles
Escenario único, aguas tranquilas y tibias, arena mala
No hay comentarios.:
Publicar un comentario