viernes, agosto 08, 2008

Santorini

25 de julio.  8 am.
Llegamos a Santorini temprano por la mañana.  Como todo el viaje y ocurre en esta zona y época, el día estaba absolutamente despejado y con una temperatura entre los 20° C sin nada de humedad.   Santorini es lo que queda de un volcán que hizo erupción hace muchos siglos y cuya parte del cráter quedó sumergida en el mar.  La otra parte es donde se levantó el pueblo de Santorini.  Llegar desde el mar a esta isla es algo mágico.  Ya temprano al alba, cuando comenzaba a aclarar, se veía a lo lejos esta isla de la que tanto me había hablado mi madre.   Recuerdo que me contaba que para llegar al pueblo había que subir sobre el lomo de mulas, por un camino escarpado y angosto que tenía a un lado el cerro y al otro el precipicio que daba al mar.   También me contaron que la llegada por el mar daba la sensación de estar arribando a una montaña con nieve en la cima por sus cientos de casas blancas que cubrían su cresta.
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La llegada a las 7 de la mañana.  Ya había otro crucero recién llegado a Santorini
Y esto último sí que es cierto.  Fue la sensación más extraña que tuve.   Parecía nieve pero en pleno verano.  Nada de frío y por el contrario bien cálido.  Pero parecía nieve.   Mucha nieve.  Pero en la medida que nos acercábamos, iban apareciendo los perfiles de las cajitas blancas que adornaban la cima de esta islita que aparecía en el océano como en el medio de la nada.

El grupo listo para subir por el funicular
La llegada a Santorini fue espectacular.   Como era temprano, los contrastes entre la luz y la sombra eran grandes.   Todavía sus calles no estaban repletas de multitudes.   Había un silencio y sensación de soledad que resaltaban la belleza del paisaje, la grandeza del Creador y la capacidad sin límites de la imaginación humana para hacer obras magníficas.
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La arquitectura de la ciudad aprovechando el paisaje y la geografía destacan en Santorini
  Luego comenzó a aparecer la gente.   Igual que Miconos, esta isla en esta época del año es diariamente más que doblada en su número de habitantes gracias a los turistas que invaden sus calles.

La Jacinta es paseada cual faraona por las calles de Santorini.  Notese los lacayos sudamericanos que la transportan!
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La Vero posando en una callecita muy linda de Santorini
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Nos encontramos con los mexicanos que viajaban en el barco.  No podía faltar la foto para inmortalizar el momento.
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Comienzan a aparecer las multitudes de turistas en Santorini
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Con la Angélica D. y la Vero y la Ceci, quisimos comernos unas ensaladas griegas antes de embarcarnos.   Elegimos este restaurante con esta vista.  Al fondo vemos el "Galaxy"
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El escarpado camino que hacen las mulas para bajar al puerto.  La mayoría de nosotros hizo el mismo camino a pie
Nuestro regreso al barco comenzó a las 2.30 pm.  Bajamos por el mismo camino por el que bajan las mulas.   A veces es empinado, pero lo más peligroso es que con todos los excrementos de los burros, hay partes realmente resbalosas.   En todo caso no es el camino escarpado al borde del precipicio que un pie en falso podría hacerlo a uno despeñarse por las laderas de Santorini para quedar enterrado en las profundidades de ese mar.   Es bastante más fácil el descenso, además de pintoresco.   Los locales dueños de las mulas son personas poco amistosas que hacen pensar que con la única persona que pueden comunicarse en este mundo son con las mulas.   Pese a que el camino que comparten animales y seres humanos es muy estrecho, estos hombres no tienen ninguna deferencia con los peatones y tiran las mulas camino abajo como si no existieran.  Puede ser parte del espectáculo!
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Nos despedimos de Santorini con un recuerdo muy lindo de este lugar

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